¡Te odio! Si, te odio... Porque me tientas, porque eres incapaz de verme realmente, porque no tengo valor ni lugar en tu vida, porque solo soy el capricho de las mañanas o de cuando a ti te da la gana de jugar conmigo.
Te odio porque desarmas mi camino lejos de ti, porque siempre me encuentras aunque huya y me esconda, porque destruyes mis defensas y atacas directo y sin piedad justamente donde sabes que me duele, pues conoces mis debilidades y arrasas cual tsunami con lo poco que logro edificar en tu ausencia.
Te odio por descarado, cruel, egoista, indeciso, inmaduro y ciego, por permitir que tu egocentrismo infantil evite que veas más allá de tí mismo y no te des cuenta de lo evidente: que Te amo y te extraño como tal vez jamás vuelva a hacerlo, que tengo sed de tus besos que aún me queman en la piel, que te deseo más que a nadie, que todo aún me huele y me sabe a ti.
Y me odio más a mi misma por amarte, por lo que siento a pesar del tiempo y del daño que me has causado, porque me heriste en lo más profundo y me marcaste hasta el fin de mis días... Te odio porque me dueles ¡Y sin embargo te extraño!
Me odio por amarte de esta manera tan inevitable, absurda y mazoquista, aún sabiendo que para ti soy solo una más... ¡Y me odio! y ¡Te odio!
Vas y vienes de mi vida cada vez que se te antoja; al parecer se te ha vuelto un hábito, como lobo vagabundo, irte cuando más te amo y volver cuando ya creía no hacerlo.
Piensas que tienes derechos sobre mi cuerpo, que mis labios solo guardan besos para ti y que mi piel aún es la hoja en blanco donde escribes versos y compones acordes; crees que mi tiempo solo sirve para esperarte, que mi mente y alma serán siempre para ti. Cada vez estás más convencido que te pertenezco, que mi amor te dio potestad sobre mi vida y que mi voluntad está sujeta a tus deseos.
Lamento decepcionarte esta vez. Decidí que de mi ya nada te pertenece y que las viejas etiquetas con tu nombre en mi cabeza solo nombren las memorias de aquel tiempo pasajero, del pasado compartido y de los sueños que alguna vez me vendiste al dos por uno.
Quizá aún te amo y tal vez eso no cambie, pero te dejo ir con la resignación y el convencimiento firme de que estaré mejor sin ti, que te di todo hasta donde pude pero no puedo seguir perdiendome a mi misma. Hoy te pido que te largues, me cansé de que me uses y quiero que te vayas de una buena vez; que ya no regreses a desarmar mi vida, que me permitas dejarte atrás; y deseo, casi tanto como a ti mismo, que empieces a serme indiferente, que me dejes en paz y que nunca más me duelas.
Deseo como nunca pense hacerlo, que desaparezcas para siempre y en mis tiempos venideros no estés incluido.
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