viernes, 11 de noviembre de 2011

Diatriba para ti.

¡Te odio!  Si, te odio... Porque me tientas, porque eres incapaz de verme realmente, porque no tengo valor ni lugar en tu vida, porque solo soy el capricho de las mañanas o de cuando a ti te da la gana de jugar conmigo. 
Te odio porque desarmas mi camino lejos de ti, porque siempre me encuentras aunque huya y me esconda, porque destruyes mis defensas y atacas directo y sin piedad justamente donde sabes que me duele, pues conoces mis debilidades y arrasas cual tsunami con lo poco que logro edificar en tu ausencia.
Te odio por descarado, cruel, egoista, indeciso, inmaduro y ciego, por permitir que tu egocentrismo infantil evite que veas más allá de tí mismo y no te des cuenta de lo evidente: que Te amo y te extraño como tal vez jamás vuelva a hacerlo, que tengo sed de tus besos que aún me queman en la piel, que te deseo más que a nadie, que todo aún me huele y me sabe a ti.
Y me odio más a mi misma por amarte, por lo que siento a pesar del tiempo y del daño que me has causado, porque me heriste en lo más profundo y me marcaste hasta el fin de mis días... Te odio porque me dueles ¡Y sin embargo te extraño!
Me odio por amarte de esta manera tan inevitable, absurda y mazoquista, aún sabiendo que para ti soy solo una más... ¡Y me odio! y ¡Te odio! 
Vas y vienes de mi vida cada vez que se te antoja; al parecer se te ha vuelto un hábito, como lobo vagabundo, irte cuando más te amo y volver cuando ya creía no hacerlo.
Piensas que tienes derechos sobre mi cuerpo, que mis labios solo guardan besos para ti y que mi piel aún es la hoja en blanco donde escribes versos y compones acordes; crees que mi tiempo solo sirve para esperarte, que mi mente y alma serán siempre para ti. Cada vez estás más convencido que te pertenezco, que mi amor te dio potestad sobre mi vida y que mi voluntad está sujeta a tus deseos. 
Lamento decepcionarte esta vez. Decidí que de mi ya nada te pertenece y que las viejas etiquetas con tu nombre en mi cabeza solo nombren las memorias de aquel tiempo pasajero, del pasado compartido y de los sueños que alguna vez me vendiste al dos por uno. 
Quizá aún te amo y tal vez eso no cambie, pero te dejo ir con la resignación y el convencimiento firme de que estaré mejor sin ti, que te di todo hasta donde pude pero no puedo seguir perdiendome a mi misma. Hoy te pido que te largues, me cansé de que me uses y quiero que te vayas de una buena vez; que ya no regreses a desarmar mi vida, que me permitas dejarte atrás; y deseo, casi tanto como a ti mismo, que  empieces a serme indiferente, que me dejes en paz y que nunca más me duelas. 
Deseo como nunca pense hacerlo, que desaparezcas para siempre y en mis tiempos venideros no estés incluido.


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