jueves, 23 de agosto de 2012

Relato misantrópico

Su caja de cristal la protegía. Las emociones y sentimientos no podían tocarla, y lo único que respiraba era la tranquilidad de estar lejos de la gente y del maldito mundo. No le importaba vivir en el letargo del vacío, viendo circular constantemente imágenes de lo que había sido su vida, que desfilaban sin orden pero con todo el sentido.

Su mente despierta aún, era una observadora de la lucha entre su perro de arriba y su perro de abajo, y entre más fluían sus ideas, más consciente era de que su tarro de basura estaba a rebosar; Perls la torturaba por esos días.
Y así hubiera seguido en el discurrir del tiempo, del que hacía mucho se había desconectado hasta que su fuerte fue profanado por todos los sentimientos y emociones existentes, y fue arrojada al mundo que tanto aborrecía.

Cayó durante el Carnaval de los personajes siniestros… La bienvenida fue dada por el payaso coronado, cuya risa era una mueca y sus chistes eran mordaces críticas a cuanto ser vivo cruzaba por su camino; triste defensa para no admitir que sin importar su abolengo y reconocimientos en el reino, su existencia era sombría y patética por su inmensa egolatría que lo alejaba del amor que tanto anhelaba.

Detrás del payaso brincaron dos criaturas…el primero, el Mimo Olvidadizo, fabuloso imitador de vidas y creador de historias, quien duraba tanto tiempo maquillado que perdía las memorias de su vida real y las mezclaba con sus abundantes fantasías. El segundo, el Enano gruñón, de apariencia bastante llamativa, igual o más ególatra que el payaso pero de interior amargo, pues perdió su corazón en algún lugar del bosque y aún intenta encontrarlo.

Los tres cogidos de la mano danzando la rodearon y ella empezó a sentirse asfixiada…Logró escabullirse por debajo de sus manos y tropezó entonces con el perverso Titiritero, coleccionista de marionetas y experto estratega; colgando de su mano derecha llevaba una Muñeca tuerta que entonaba una melodía fastidiosa, tenía mejillas rosadas y sonrisa pícara y había perdido un ojo al ser amarrada por él y por el ojo que le quedaba, lo veía todo hacia fuera y a la vez nada hacia dentro.

Una vez más se sintió invadida y huyó despavorida temiendo que su libertad fuera robada pero en su camino se atravesó un hermoso y noble corcel blanco llevado por el Príncipe cadáver y transportando a la Princesa con la máscara de perfección y su sonrisa permanente, que ocultaban la ramera incitante que tanto reprimía y disfrazaban de ternura su abundante hipocresía. Sintió asco y a la vez sonrío para sí misma ante el ridículo acto e hizo la reverencia obligada siguiendo su camino antes que a la damisela se le diera por mostrar su verdadera naturaleza y quisiera pisotearla con su caballo.

La Muñeca descarada salió casi de la nada, danzando y riendo a carcajadas; lucía vestido y tacones rojos, y el cabello negro como su conciencia pero postizo como su ilusoria independencia; esa sí que no conocía la represión y el amor propio lo dejó abandonado en la cueva donde encontró el tesoro, esa fue su perdición. Ella la miró con repulsión, sintió lastima al verla vacía pero también repugnancia de su sucio estado de juguete usado de mano en mano y tirado una y otra vez.

De repente, sacándola de sus cavilaciones, sintió en su cuello la respiración agitada de una bestia babeante; el lobo mostró sus dientes y lanzó sus garras, ella lo esquivo y casi milagrosamente oscureció, salió la Luna y otras tantas bonitas Muñecas huecas lo distrajeron de su objetivo y él como siempre, lascivo y básico corrió tras las presas fáciles.
Ella se escondió detrás de un árbol esperando un respiro de tan agobiante algarabía pero la risa tenebrosa de La Bruja del bosque la obligó a emprender de nuevo la huída; suficiente tenía con lo visto como para añadir demonios o espectros intentado robar los rastros de Luz de su alma.

Ahora a oscuras, sentía latir su corazón fuertemente, tanto que temía ser escuchada por alguna otra criatura nefasta. Caminó con cautela rogando ser invisible, salió del bullicio del desfile y encontró un camino solitario pero silencioso…Solo divisó a lo lejos al Don Juan de palabras baratas, al Indeciso que tiraba la moneda de cara y sello sin nunca elegir alguna, a la Joker con sus interminables juegos y a La Gran Serpiente amarrada de la cola al Tótem de piedra del Flautista por obra de la Anciana Vudú y su ejército de sombras.

Ya casi sin aliento y algo desorientada, vio salir el Sol y por primera vez, desde su caída, sintió paz. Luego fue abrumada por todas las emociones y sentimientos, se sintió agobiada y perturbada, como hacía tanto no lo hacía, lloró, gritó y maldijo, se sintió inmundamente viva y recordó ese día por qué odiaba al mundo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario