jueves, 23 de agosto de 2012

Desencuentros


Personas yendo y viniendo. Justamente eso, ires y venires.
Ciclos, etapas que pasar, experiencias que vivir…
Unas incompletas, otras cerradas pero siempre desembocan en meditar mi ser en el mundo.
Ese momento crítico, ese despertar, para realizar cambios necesarios o simplemente tener una revelación, ver la luz y darme cuenta que no soy la misma, cambia mi ser y mis relaciones; cambia el mundo, como lo percibo, como lo siento, como existo en él.
Entonces siento que ya no encajo, que los sitios frecuentados son ahora recuerdos lejanos y difusos, que el ambiente pesa y resulta enfermizo, que los olores y los colores de todos los días me aturden, que los sonidos rechinan en mis oídos y prevalece un sabor amargo.
Entonces me cuestiono qué hago con esas personas que me rodean, a quienes quise o quiero, quienes significaron mucho o poco, bien o mal, pero que ahora me resultan desconocidos, extraños, entes aislados.  
Y las conversaciones son vanas, mi cuerpo está ahí, en la mitad de todos mientras todo pasa; mi mente está dispersa, en otros lugares, otras gentes, pensamientos alejados de todo eso que parece discurrir rápidamente mientras parpadeo y mi psiquis parece suspendida en otros mundos.
Mis palabras son las adecuadas para el contexto, pero no las que siento o realmente pienso; incluso en esos momentos mi voz suena distinta, casi que a la voz de alguien más, mientras dentro del caos de mi cabeza algún pensamiento sensato se pregunta qué babosadas estoy verbalizando.
Lo que antes era cómodo, confortable, seguro, pacífico, mío… deja de serlo, y se convierte en una maraña de cosas oscuras, cargadas, absurdas, densas, fastidiosas, deprimentes y abrumantes.
Es justo en ese momento, cuando empiezo a tomar distancias… Cuando siento los dolores y las cuentas pendientes, los errores, las palabras hirientes, las ausencias, todo lo ignorado; las diferencias surgen todas juntas y termino apartándome de quienes hasta ahora había llamado amigos.
Me doy cuenta de quienes lo han sido, lo son y lo serán, con sus formas particulares de quedarse en mi vida; me doy cuenta de quienes lo fueron pero por cosas del destino o de elecciones de caminos distintos debemos seguir cada uno por su lado; me doy cuenta de quienes parecieron serlo, cumplieron su labor, sea cual sea, en mi vida y ya es hora de que se retiren; me doy cuenta de quienes consideré así, sin importarme un céntimo ni esperar nada, mientras solo robaban pecios de mi alma o me estancaban; con quienes cuento y con quienes no, para qué están y si vale la pena la intencionalidad de su presencia, o si solo fueron seres tóxicos que tenía que conocer para aprender algo.
En esos momentos de devenir, de despertar de la conciencia y de movilización de la voluntad, es cuando concluyo que mientras más me encuentro conmigo misma, más me desencuentro con algunos otros.




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