"All the mistakes one life contained, they all finally start to go away. Now that we're here it's so far away and I feel like I can face the day, I can forgive and I'm not ashamed to be the person that I am today".
martes, 23 de octubre de 2012
De la noche.
Bajo el sol deambulamos siendo parte de la masa. El trabajo, la familia, los amigos, el bus, el restaurante, el cine, el parque, las escuelas, la plaza, la oficina, el hospital, el estadio, el café, el bar ... Todo de todos y donde están todos.
Y se es el que para bien o para mal termina encajando en la Zoociedad. Toma vida el disfraz, la máscara, el maquillaje, el antifaz; que juega su papel en el teatro gigante de la dichosa convivencia.
Unos menos ocultos bajo el ropaje, unos expertos actuando y otros pésimos pero nunca del todo genuinos.
En el día somos lo que nos imponemos ser para sobrevivir. Somos lo que las normas dicen, lo que la diplomacia y las buenas maneras imponen, lo que la moral y la religión exige, lo que el orgullo nos impulsa. Somos mierda de aquí y de allá, la sonrisa engañosa, el abrazo frío, la palabra vacía, el beso acostumbrado, el saludo obligado.
Así hasta que acaba el día. Entonces arremete la noche; la soledad y el silencio no engañan, la oscuridad nos cubre y solo quedamos nosotros. Nosotros con lo que sentimos, lo que pensamos, lo que tenemos, lo que soñamos, lo que nos duele... Nosotros y ese peso de vivir insatisfechos, porque irónicamente la armadura pesada o el fastidioso disfraz pesa menos que responderle a la vida sus cuestiones.
En la noche todo vuelve a ser real y la almohada declara la guerra. Todo es verdad y la verdad siempre duele. En la noche nos encontramos cara a cara con quienes originalmente somos, con la debilidad, el temor, el desamor, la cobardía, las pérdidas, la culpa, el fracaso, la frustración, la angustia y la cuenta regresiva.
No hay escondites ni salidas, solo queda la confrontación, la parte de nosotros que justifica cómo actuamos y nos mantiene a flote y con la cordura a medias mientras permanece en disputa constante con la parte que juzga, que nos hunde y es cruel pero objetivamente hiriente.
En la noche los demonios nos torturan; los de antes, los de ahora, los que vendrán, los de adentro, los de afuera... El pasado regresa a cobrar cuentas y el futuro te mira burlón restregándote que el tiempo no se detiene. Descubrimos que no hay Chanel que cubra lo más podrido de nuestro interior, ni Jolie que disimule el cansancio de estar vivo o lo horripilante de nuestro ser real.
No hay iglesia que conforte o amigo que distraiga, no hay alcohol o droga que nuble el pensar o amor que ilusione y brinde felicidad.
En la noche está lo oscuro, lo feo, lo triste, lo tóxico, lo cruel y lo doloroso en su resplandor.
En la noche estamos con lo que somos y lo que más odiamos de nosotros mismos; nos odiamos, nos rendimos, nos culpamos, nos arrepentimos, lloramos, queremos huir o morir. Y entonces cerramos los ojos y escapamos de la única forma que podemos, si se nos permite dormir y apagar la mente... Y morir por horas para volver al día, a caminar bajo el sol no siendo nosotros, solo siendo uno más.
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