martes, 22 de agosto de 2017

Oscuridad.


Todo está oscuro.  Solo puedo sentir la humedad en el fondo del pozo. Las piedras alrededor están heladas y no puedo ver nada.
Al principio respiré profundo. Pensaba que podría salir en cualquier momento. Veía destellos de luz a lo lejos y me convencí de que había salida.
Empecé a desesperarme y grité. Grité, pero solo escuchaba  el eco de mi voz. Me pareció escuchar voces a lo lejos, ver siluetas asomadas en la boca del pozo pero no se quedaban, no respondían, ni siquiera sé si solo eran producto de mi imaginación.
Decidí esperar... “Quizá fueron por ayuda”, pensé. Y esperé hasta que la luz se fue desvaneciendo y solo quedó la oscuridad.
Me envolvió la inmensa negrura en ese espacio y no podía ver nada. Mis ojos se terminaron adaptando y decidí sentarme. Seguramente llegarían, alguien notaría mi ausencia y vendría por mí.
Me adormité, agotada. Nadie llegó. Desperté, sola; sin noción alguna del  tiempo que llevaba ahí dentro.
Nadie notó que no estaba. Estaba sola... Sola y a oscuras. Conmigo. Como si no me odiara lo suficiente ya.
Lloré. De tristeza, de amargura, de impotencia. Como niña perdida porque se soltó de la mano de su madre. Lloré cansada, sola, muda... hasta volver a quedarme dormida sin fuerzas. Y así una y otra vez.
Desperté un día y ya no tenía lágrimas. Se acabaron. Estaba demasiado débil para hacer algo y solo me quede acostada ahí, en el frío, en la penumbra. Se me había olvidado sentir sed o hambre. Solo quería cerrar los ojos y dormir para dejar de escuchar los pensamientos retumbando en mi cabeza.
No me agrado, no me soporto; entonces me torturo, me culpo, me agredo. Me arañé los brazos para ver si estaba viva aún. Debía estar sangrando y no lo noté. Sentía dolor, mucho, pero me acostumbré a eso.
Los días eran siempre el mismo día. Ya ni sabía si eran días, horas o años. Solo estaba ahí, en ese limbo suspendida. Había dejado de esperar. Empecé a creer que lo merecía. 
Desperté otro día de un brinco. Como si mi cuerpo a punto de morir se hubiera cargado de adrenalina en un último intento. Hoy es ese día.
Me puse en pie, siento la humedad del fondo del pozo en mis pies. Toco las paredes, Intento subirlas pero me resbalo una y otra vez. Me pesa el cuerpo, el alma, me pesa toda yo. Golpe tras golpe, continúo con mis intentos de salir.
Grito, rasguño esas piedras, busco aire porque siento que poco a poco se me va de los pulmones. Se me cierra la garganta. No puedo respirar. Noto que algo me detiene, me agarra, me vuelve a tumbar. Pataleo, brinco, sigo intentando ascender como puedo.  
Sé que tengo que salir pero algo me atrae al fondo como la gravedad. Una sombra se aferra a mí. La miro con tristeza. Debo sobrevivir o morir con ella. O no... O quizás si yo salgo, pueda ella también ser libre. Alguien tiene que hallar la salida. 
Necesito salir, por favor, suéltame. Hoy es mi último respiro. Suéltame, déjame ir. Cierro los ojos... Que sea lo que Dios quiera. 






jueves, 30 de junio de 2016

El Tiempo.

El tiempo apesta. Es lo que me vengo repitiendo desde hace unos días…
El tiempo que perdemos y se traduce en vida perdida. El tiempo que pasa rápido mientras corremos hacia lo que queremos sin alcanzarlo.
El tiempo que pasa lento para sanar heridas, para olvidar, para dejar de sentir.
El tiempo es una sensación que nunca juega a favor. Se escurre de las manos o se hace eterno cuando justo esperamos lo contrario.
El maldito tiempo es el enemigo. “Tiempo al tiempo” ¡Ja! Tiempo al tiempo y ¿cuándo es MI tiempo? 
Si pudiera detenerse para estar en pausa, para respirar… si pudiera adelantarse para huir, para dejar atrás. O incluso devolverse para corregir, para evitar, para refugiarse en el tiempo que nos pareció mejor. Soñar no cuesta nada.
El tiempo es tiempo y corre o se detiene a su propio antojo, es libre de nosotros, que pretendemos controlarlo todo, mientras nosotros somos presos de él.
El tiempo es un asco. Es lo que siento en estos días. Y lo irónico es que lo que siento que necesito es justamente eso, tiempo… Y como todos los días, cada vez tengo menos.


sábado, 7 de noviembre de 2015

De la intuición femenina

Un vacío en el estómago, una inquietud persistente, una sensación inexplicable de que algo está mal pero no sabes a ciencia cierta qué es. Alertas gritándote en algún lugar, ideas aparentemente sueltas u absurdas, reacciones inesperadas sin sentido aparente. Alguien o algo metido entre ceja y ceja, una idea que martilla en tu cabeza que intentas hacerla a un lado pero no se va. Esa sensación que ignoramos frecuentemente porque muy en el fondo sabemos que cuando aparece, lo que nos espera es la rabia, la decepción, el dolor insoportable... Eso que llamamos intuición. ¿La escucharás la próxima vez? 

Esta es una historia real. Le sucedió a la amiga de una amiga...

Historia N° 1- La primera impresión.

Era la primera vez que Paola salía a rumbear con los amigos de Enrique. Llegó una amiga de él y a Paola le cayó como gancho al hígado. Llegaron al sitio donde iban a bailar y en medio del baile la tipa le hacía ojitos a Enrique. Paola harta de las miraditas y de comentarios inoportunos de la tipa en cuestión, se llevó a Enrique aparte y decidió preguntarle qué coño pasaba con la dichosa amiga. Él le decía que nada, que era imaginación de ella. Siguieron bailando y la cuestión continuaba. Paola se enojó y en últimas le terminó respondiendo a la tal amiga de Enrique. Nuevamente apartados, hablaron del asunto y Paola le dio un ultimátum: o le decía que carajos había ahí con la tipa o ella se largaba y listo. Finalmente, Enrique terminó confesando que la amiga en cuestión era la mejor amiga de una ex y que al parecer, la tipa había gustado siempre de él. Paola sintió un alivio, después de todo no era su imaginación.


Historia N° 2- El beso fallido.

Andrés y María tenían un mes sin verse. Andrés fue a visitar a María, salieron a caminar y en un parque solo, Andrés se detuvo e intentó besar a María. María volteó su rostro rechazando el beso sin explicación alguna. No estaban disgustados, ni siquiera María comprendió qué le sucedió y se disculpó con Andrés.
Cuando llegó la hora en que Andrés debía despedirse, besó a María, quien esta vez no le retiró la cara pero no se sintió del todo bien con el beso. Fue una sensación extraña.
A los 15 minutos, María recibe una llamada de su amiga Margarita, quien le pregunta si habló con Andrés. María, extrañada le dice que se acaba de ir pero que no hablaron de nada en especial y obviamente, omite el incidente del beso. Margarita, luego de dar mil vueltas, termina confesándole a María que el día anterior se había besado con Andrés y que se suponía que él se lo iba a contar esa noche, cosa que evidentemente nunca pasó. María sonrío y todo tuvo sentido.

Historia Nº 3- Berta

Daniel asistió a un evento de su universidad en otra ciudad. Cuando regresó, fue a visitar a Marta, su novia. Daniel llegó contando lo bien que la pasó con sus nuevas amigas, sin embargo Marta notó cierta emoción particular al mencionar a una tal Berta. Cabe decir que Daniel era un tipo de pocos amigos y al regreso de ese viaje, parecía otro. Marta en parte se alegró por él; ya era hora que tuviera amigos, aunque con el pasar de los días, la alegría de Marta se convirtió en confusión. Daniel solía ser frío e incluso Marta debió volverse fría con sus amistades para evitar malos entendidos con Daniel, y de repente, Daniel era todo lo que alguna vez criticó de Marta e hizo que cambiara. 
Marta solo pensaba en que de alguna forma él quería conservar sus nuevas amigas y dejó fluir las cosas sin decir nada. Algo le inquietaba, algo no estaba bien. Daniel seguía mencionando a Berta para todo y en cada conversación surgía ese nombre que tan fastidioso se había hecho para Marta. 
Abiertamente, Marta lo cuestionó sobre si tenía sentimientos especiales por la susodicha y Daniel negó todo, alegando que era solo la novedad de tener amigas y que esa era la más cercana. 
Marta no quedó tranquila con esa respuesta y poco a poco fue descubriendo que incluso Daniel le mentía u omitía cosas cuando se trataba de Berta. En una confrontación, Daniel terminó confesando que sentía atracción por Berta incluso desde antes del dichoso viaje. 

Historia Nº 4- El desvío del camino.

Adriana llamó a su novio Felipe antes de salir. Se suponía que iban a salir por la noche a un bar y que Felipe, quien había estado enfermo, iba a pedir el permiso para salir a pesar de que probablemente su padre le dijera que no ya que no estaba del todo mejor. Felipe debía permanecer en casa para obtener el permiso. Adriana salió con Jairo, su amigo, al supermercado y de regreso, le entró un impulso de desviar su camino de la calle de siempre por otra calle diferente, donde casualmente vivía la ex de Felipe. Jairo insistía en que no tenía nada que buscar por esa calle sino problemas, que mejor siguieran derecho. Adriana no escuchó a Felipe y siguió por la calle de la ex . Al pasar por la casa de la ex, vió bajar a un amigo de Felipe, quien se suponía estaba visitándolo. Adriana llamó de nuevo a Felipe y no le contestó. Luego de un rato, Felipe llamó a Adriana, quien escuchó ruido y una voz de fondo que reconoció al instante: "¡Ya estás llamando a esa!". Felipe intentó mentir y dar una excusa rebuscada... Adriana lo mandó a la mierda.

Historia Nº 5- La variable en la ecuación.

Carmen estaba saliendo con Iván. Iván dejó olvidada en un taxi una herramienta nueva yendo a su trabajo. Buscó como loco, llamó a amigos y a la compañía donde había solicitado el taxi pidiendo que por favor le devolvieran su herramienta. Carmen pasó la tarde con él y, hasta el momento en que se fueron, no habían noticias del bendito aparato. Yendo en bus camino a la casa, Iván recibe una llamada de "alguien" desde su lugar de trabajo. Carmen no preguntó quien era y solo alcanzó a entender que el taxista había ido a entregarle el artículo y que se lo habían asegurado allá, sin embargo, algo en el tono de voz alertó a Carmen, pensando automáticamente "Es mujer y tienen su cuento."; incluso tenía un nombre en su cabeza. Carmen lo dejó pasar y solo se alegró de ver a Iván aliviado por la aparición de la dichosa herramienta.
Iván solía decirle a Carmen "jugando" que tenía 3456 viejas más...Eran las variables en la ecuación pero según él, Carmen venía a ser la constante. Carmen sabía que al menos habían dos variables más en la dichosa ecuación y tiempo después, cuando se aburrió de sentirse una variable más y logró despejar dos de ellas, dejó a Iván. Sin embargo, no fue sino un año después de haberlo dejado, cuando en medio de una pelea de la nueva novia de Iván con una compañera de trabajo de ambos sus dudas se confirmaron, despejando por fin la variable de la llamada telefónica. Si, era el nombre en su cabeza y efectivamente, tenían su cuento para las fechas en que Carmen e Iván salían.
Iván la miró y agachó la mirada. Carmen sonrío porque una vez más, como en todo lo relacionado con Iván, tuvo la razón.



martes, 27 de octubre de 2015

Malo si si, malo si no.


Palabras. Confesiones. Recuerdos. Historias.
Lo que alguna vez fue, lo que ya no es. 
Un libro abierto, una ventana transparente,
Al cerebro, al alma. 
La puerta de par en par sin cerraduras
O candados bloqueando el paso.

Silencios. Omisiones. 
Obligados. Recomendados. Ingenuos.
Porque la ignorancia es felicidad
O porque la verdad duele
O porque pesa demasiado el pasado.
Inocencia. Lo irrelevante a un lado dejando.

Preguntas. Deducciones. Inferencias.
Juicios. Malo si si, malo si no.
Porque lo dicho puede ser usado en tu contra,
Porque lo callado puede destruir o poner en duda.
¿Cómo saber si la verdad es soportable,
Si el pasado perdonable,
O si es mejor sellar los labios?

¿Cómo saber si la sinceridad está sobrevalorada,
Si ojos que no ven corazón que no siente,
Si el desconocimiento da paz
O si, no importa qué, es mejor hablar?
Desacuerdo. Dilema. Malo si si, malo si no.



sábado, 1 de febrero de 2014

Respuestas I




…¿Que por qué escribo?  Tantas cosas. Necesidad básicamente.
Escribir es un intento de exorcismo.
Es decir lo que no se ha dicho, lo que necesita decirse, lo que no se dirá verbalmente.
Es ser otros o uno mismo; el de hoy, el de ayer, el que queremos ser.
Es disfrazarse de otras pieles, vivir otras vidas, conocer otros mundos; o es desnudarse, quitarse hasta la piel y tirar los huesos, el alma expuesta, vulnerable, visible.
Escribir es un impulso que quema en la piel, que mueve las manos, que revuelve el estómago y abruma  tu cerebro.
Es llegar a otros, transmitir, conectar, tocar con las palabras. 
Es sentimiento, es sensación. Es confrontación con lo mejor o lo peor. Es liberarse y libertar.
Respirar, volar, crear, destruir, recibir, despedir, entregar, despertar, luz, oscuridad, claridad, locura, alivio…
Escribir es como aire a los pulmones cuando sientes que te ahogas y ya no puedes más. Es sin duda, para algunos, necesario.

¿Por qué escribo? Por salud mental.

Si, por necesidad definitivamente. 




jueves, 2 de mayo de 2013

Trío.

Ahí estás, siempre sentado a los pies de mi cama, esperando pacientemente que algún día no te soporte, que  tu presión en mi psiquis pueda más que mis ganas de andar y termine cediendo. Me miras sonriente, casi sádico, cínico, sátiro, cada noche; a veces te inmiscuyes en mis sueños convirtiéndolos en pesadillas que luego, cuando despierto sudando llorando o con rabia, celebras divertido, satisfecho.
Me miras igual que la otra, sentada cómodamente en el sillón de la esquina. Ella, la ambigua, altiva y humilde, la amiga que odio, la enemiga que valoro. Siempre ahí, mirándome; unas veces me tira, me confronta, me duele, en su silencio acostumbrado donde resuena el eco de mis pensamientos. Otras me abraza, me acoje, y entonces me envuelve, me calma; irónicamente su lealtad no tiene límites. Es la única que no abandona.
Y así compartimos mi habitación, conviviendo en este trío disfuncional.
A ti te miro con desprecio, te aprendo, te supero, te sobrevivo. Reconozco las batallas que me ganas pero sabes que no desistiré hasta ganarte la guerra. Eres persistente, yo soy la terquedad encarnada. Y el orgullo que me queda me mantiene firme, aun si me ves de muerte lenta y tirada al suelo, sigo firme.
A ella la acepto, después de todo crecí con ella. La miro con tristeza y con agradecimiento. Con ella me debilito y me fortalezco, me oprime y me obliga a respirar. Aunque me queje, en realidad es mi amiga fiel y en parte, la necesito.
Y así, sépanlo ambos, que hasta el día que cruce mi puerta, la que sé que vendrá sin conocer el cuándo, y quedemos  los cuatro en el mismo sitio, seguiremos en esta rutina de (in)sana convivencia.
A ella la odiaré y la amaré siempre, me tiraré a sus pies mientras me estrella para luego consolarme y seguiremos en nuestra relación pasivo-agresiva.
A ti... A ti te miraré con desdén, te ignoraré o te haré frente si estoy de humor o según sea necesario y siempre cruzaré la puerta para salir a vivir aun cuando tu pretendas inmovilizarme. A estas alturas, ya debes saber que no soy como los demás. Yo aprendí a coexistir con ustedes y los demonios que me han creado. Así, con el peso y el estorbo de caminar rodeada por sus malditas creaciones, seguiré haciéndolo y nadie nunca dirá que me di por vencida, aun cuando a veces lo he llegado a desear con desesperación.
Y sobre la cuarta de nosotros, bueno... Será en otra ocasión.



Alma

Cínica. Desfigurada. Un alma hecha una extraña.
No es lo que era ni lo que quería ser. Irreconocible.
Tal vez una maraña de miedos, herencia de las pérdidas. Tal vez un cadáver.
Tal vez una jauría de fantasmas con los que tiene una relación civilizada.
¿Murió naturalmente o la mataron? Tal vez un poco de ambas.
¿Cuántas almas sobreviven al desgaste, la impotencia, la melancolía o la soledad?
Después de todo, ¿cuántas almas viven realmente hoy en día?
Melancolía; enfermedad de tristeza persistente, intoxicación de recuerdos, sobrecarga mental.
Soledad; leal, fría y cálida, irónica, aliada y enemiga, constante, eterna. Repleta de todo y a la vez de nada.
Cansancio. Lo que queda de cargar con ese peso muerto del alma agonizante, del caos de pensamientos sin poder apagar la conciencia, del jugar al escondite con los temores, la rabia y los dolores. De todos, de todo, de mí.
Muerte. Una y otra vez muere el alma. Cuando no hay donde correr, lágrimas para llorar, abrazos que recibir, bondad para entregar. Hasta que resucita para seguir el mismo ciclo.
Muerte es lo que pasa una y otra vez.
¿Y  si tal vez morimos juntos, una y otra vez?
No quiero seguir muriendo sola. ¿Y si tus demonios y fantasmas se entendieran con los míos? Quien quita, quizá nos abandonen para ser felices juntos.
¿Te quedarías, una y otra vez, viviendo y pereciendo con esta alma extraña? Quizá en los fallecimientos sucesivos podrías guiarme para reconocerme o reinventarme.
Amor. La magia de creer. Esperanza. Es siempre lo único que en el fondo se mantiene.